“El medio mejor para hacer buenos a
los niños,
es hacerlos felices”. Oscar Wilde
Canicas,
hoyos, tierra, manos sucias, pies descalzos, ropa desgastada, inocencia
humilde, hermosas y grandes sonrisas. Son sólo 7 jugadores más una hermosa
Reina, nadie pierde, todos ganan, están juntos, se divierten siempre; a uno le
dicen “El Meco” que tiene la ventaja de ser el hermano de la rubia Reina, a
otro le dicen “El Chiniji”, quizás porque le falta un diente, uno más responde
al apodo del “Piojo” mientras se rasca la cabeza, otro le apodan “El Abuelo”
que contrasta con su joven mirada, la Reina no tiene nombre sólo esboza que se
llama “La Güera” y es la mujercita que detiene el juego cuando ella quiere, es
la mujer pues, sabe mandar.
“La
Güera” no tiene idea de lo que se trata el juego pero tiene su canica, está
convencida que de lo único que se trata es exponer su belleza ante tanto
hombrecito que desean quizás robarle un beso mientras avienta de manera
arbitraria su canica. “Chiras, Pelas” dice “El Pelón” como una manera de
infundirle miedo que si su canica rebota en otra seguramente la perderá, pero a
la Reina le da igual, ya se ganó todas las canicas con una sola mirada y cuando
sonríe pulveriza las canicas como lo hace con las estrellas.
Yo
sólo observo a mis nuevos amigos, soy el niño que tiene barba y no trajo
canicas pero ellos ya me abrieron sus corazones para compartir en el espacio de
todas las tardes. Los miro y sonrío junto a ellos mientras miles de ideas se
vienen a mi cabeza que hubiera sido si trajese mi canica, ¡qué tonto soy las
perdí hace 20 años cuando mi hermano partía!, no importa estoy aprendiendo a
jugar de nuevo. En este juego no hay cabida para Enrique Peña Nieto, Manuel
Velasco o Dagoberto, presidente del espacio geográfico en el que estos niños
han nacido; no, no hay ningún lugar, todos ellos están más preocupados en la
celebración de la navidad y del dizque próspero año nuevo.
No
importa, hay que seguir jugando; una canica rebota en mi pie y uno que le dicen
“El Chueco” me dice que me toca tirar, tomo la canica y lo aviento como lo hace
la Reina, al “hay se va”, no atino ni pego a otra canica y las sonrisas son
colectivas, al menos he logrado que se pongan felices; en la mirada de uno de
ellos puedo ver que piensa que “este peludo no sabe jugar” y le digo que
regresare en otra tarde para perfeccionar la técnica.
“No
te vayas a olvidar de darme mi foto” dice uno que le dicen “El Vago”, es el
experto en al arte de jugar a las canicas y el que lleva en su bolsa izquierda
las canicas ganadas de esta hermosa tarde, en esa misma bolsa se lleva mi alma
junto a mi mente y no espero que me la regrese, solamente quiero vivir una
tarde más, una tarde más al lado de mis nuevos compañeros de infancia.
Las
canicas son brillantes al igual que el atardecer junto a ellos, no tienen
dinero ni mucho menos zapatos pero tienen manos que rasgan los cielos e invitan
a que Dios se quede a jugar con nosotros. La Reina es una coqueta que se ha
cansado de este masculino juego y desea jugar a las muñecas, me seduce su
manera de hablarme y me invita a jugar con ella, el problema es que ella no
tiene muñecas, dice que Santa Clos no llegó a su casa el año pasado; ni modos
“Güera” ya será para a otra ocasión, pero es una mujercita tenaz que ya ha tocado
mi mano y al momento de hacerlo mi alma se quemó con ella, no puedo negarme,
inventaremos otro juego en el que ella sea la Reina que vive en un palacio
construido con el barro que desprende sus pies y yo seré el plebeyo que la
conquiste con un puñado de canicas, total somos los únicos que no sabemos jugar
y aprenderemos juntos…
La infancia no está completa sin jugar a las canicas...Aunque no sepas.
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