La
noche ha caído y el cielo deja que la luna ilumine lo que resta del día y justo
cuando el tic-tac del reloj ha marcado las 7 de la noche, las campanas de la
Iglesia de San Pablo Apóstol, la principal del pueblo, comienza a repicar en
señal de que es hora de emprender el ritual una vez más, como cada 15 de
diciembre. Hombres de diversas edades y de distintas clases sociales acuden al
lugar para recibir las bendiciones del párroco en una misa que han llamado
“misa de floreros”, que significa el preludio de la larga procesión que les
espera. Ahí están la mayoría de los floreros escuchando las palabras del
sacerdote y encomendándose a Dios para que en esta travesía no surja ningún
inconveniente, en los rostros de cada uno se puede notar la impaciencia porque
la travesía comience. Finalmente el clérigo da las bendiciones y todos los
floreros acuden hasta la casa del padrino del Niño Dios, donde les espera un
baile y una cena en su honor, los protagonistas de esta tradicional
peregrinación. La música suena al máximo con canciones populares que disfrutan
tanto algunos floreros como gente del pueblo, los floreros de más edad prefieren
permanecer sentados dentro de la casa del padrino para esperar la hora de la
salida. Un cohete ha sonado cerca de las 12 de la noche en señal de que todos
los floreros están listos para la partida, y efectivamente así es, varios
floreros se encuentran preparados con redes, chamarras, machetes, mochilas,
pañuelos rojos, afocadores y otras cosas más que les servirán en toda esta
peregrinación. Es hora de dirigirse hacia la ermita de Santa Lucía donde
algunos floreros más esperan la llegada del Niño Dios en manos del padrino para
darle el “beso de despedida”, el otro niño, el Niño Florero yace dentro de una
cajita que sostiene con un mecapal el Carga Niño justo al lado del Niño Dios
que está siendo besado uno a uno por cada florero que así lo desea y que van
pasando en fila, uno, dos, tres, diez, cincuenta, mis ojos llegan a contar
cerca de doscientos floreros que han hecho esta rutina, mientras otros cohetes
avisan que la peregrinación ha iniciado. Varios floreros se unen en grupos para
partir, algunos lo hacen caminando, generalmente los comisionados y otros más,
rumbo al camino que lleva a San Lucas,
el resto de los floreros prefiere irse en automóvil por la carretera que
lleva a San Cristóbal, como sea, la procesión ha comenzado. El alba ha
destellado ya, y la mayoría de los floreros han llegado a un paraje llamado “El
Carrizal”, el cual viene siendo el centro de operaciones de los floreros, ya
que a partir de ahí comienzan a distribuirse a distintos puntos de la zona como
Mitzitón, Dos Lagunas, Fray Bartolomé, San José De
Las Flores, Chanal, Rancho Nuevo, Corralito y otros lugares más en donde se
pueden hacer de la preciada flor roja. Algunos ante la escasez de la flor pernoctan en
algunos lugares mientras la encuentran y generalmente se levantan del lugar
hasta que la mayoría de los floreros que conforman su grupo tiene su tercio
completo, varios floreros se acercan a los dueños de los predios donde se
encuentra la flor para que les otorguen el permiso de la cortada a cambio de
frutas y algunos víveres, un bocado le llaman ellos. Un florero sube al árbol para
cortar manualmente la flor que se encuentra en las alturas, otros más eligen
usar unos garabatos[1]
para cortarlas tratando de que no se dañe en su caída con la ayuda de otro
florero, “jímbalo aquí lo capio” pronuncia un florero en el característico tono
acalteco, lo cual significa que el florero que se encuentra arriba del árbol
avienta la flor al otro que se encuentra en tierra para atraparla, al tenerla
en sus manos la sacuden para percatarse de que ningún animal ponzoñoso los
sorprenda, así poco a poco y con mucho esmero han logrado hacerse de las
preciadas flores, pero ¡¿qué significa esto?!, flores tiradas en el camino,
algunas muy buenas sin que los floreros le tomen importancia y el valor
necesario, creo no han entendido que la deforestación está provocando la
escasez de la misma y que la tradición está en riesgo si no toman conciencia de
ello. No entiendo el comportamiento de algunos de ellos al dilapidar la flor y
mejor me hago el desentendido, pero durante el recorrido mientras observo, miles
de dudas surgen en mi cabeza respecto a este asunto “¿cuándo lo van a
entender?, ¿hasta cuándo?” Los días 16 y 17 han pasado rápidamente con un frío
que ha calado los huesos a la mayoría de los floreros, pero el sacrificio ha
rendido frutos y los floreros se han hecho de la flor necesaria que pueden
cargar en sus espaldas. Han regresado al centro de operaciones, El Carrizal,
una tarde del día 18 de diciembre, algunos con mayor suerte para hacerse de la
flor ya se encuentran en el lugar con sus casas de campaña levantadas y con
fogatas encendidas, las diferencias se notan palpablemente mientras algunos
erigen grandes casas de campaña con material resistente otros apenas y logran
construir una casa con nailon y se organizan para dormir a como Dios le dio a
entender o como quizá la fe del Niño
Dios Florerito les ha permitido acomodarse. La particularidad del lugar es que
se encuentra cerca de una laguna y si ya el frío en estos lugares se hace
sentir fuertemente, la presencia de esta laguna provoca que el frío sea aún más
evidente para los floreros que duermen cerca de la misma. Una bruma blanca ha
comenzado a cubrir el lugar en que nos encontramos y el frío se empieza a
sentir en los huesos, “hace frío” dice un florero que le llaman “El Chacho”,
“es hora de dormir” responde otro cuyo nombre desconozco; he de tomarles la
palabra y me dirijo a dormir al grupo que me ha tocado, el del popular “Piru”
con su jovial sonrisa y sus jocosos comentarios “mira vos Lauro, si no dejás de
está tomando foto no te vamo a dejá que durmás aquí”, prefiero hacer caso a la
petición no por temor sino porque en verdad los ojos me pesan del sueño y
porque además siento que en mejor grupo no pude estar, aquí el regocijo de las
bromas y conversaciones saldará el frío y el cansancio de la caminata. Todos
arrejuntados, nos empezamos a dormir, sintiendo el calor del amigo, del
hermano, del primo, del compadre, desde aquí se empieza a sentir el espíritu
navideño, no hay rencores ni odios, todos estamos unidos para ayudarnos, para
dormirnos, tengo además la distinción de que estoy durmiendo al lado de un
primo que considero un hermano: “El Tuli”. La noche no puede ser helada tengo
amigos que rasgan el frío con el calor de sus manos, de sus sonrisas, de
sus palabras, de sus abrazos, de sus
mismos ojos, el frío ha perdido sentido con la calidez de estos amigos. Un
gallo ha cantado a lo lejos y es la señal de que el día 19 ha comenzado para
nosotros, las caras de unos son más adormitadas que la de otros, quizás porque
no querían levantarse aún pero como somos un grupo, si se levanta uno, nos
levantamos todos. “Es hora de un cafecito vos primo”, le digo al “Tuli”, “es
hora pue vos primo” me responde, allá vamos a comprarnos nuestro cafecito
acompañado de algo que nos llene el estomago. Más floreros que duermen
alrededor se comienzan a despertar al tiempo que encienden sus fogatas para
preparar su café o el desayuno del día, ahí están ya todos para agarrar las
fuerzas necesarias que demanda el día. “Hoy viene a verme mi familia” esboza un
amigo que le dicen el “Toño Loco”, mientras observo que el resto de los
floreros comienza a formar sus tercios; ahí está mi amigo “Chanti” entre dos
estacas colocando las flores para amarrar su tercio con un mecapal, pone una,
dos, tres, cuatro hasta llegar a 30, reforzándola con otras plantas que llaman
mazorca, lo amarra fuerte con la ayuda de otro florero, lo prepara y coloca en
el frío piso donde nos encontramos, le pone una especie de adorno que ellos
llaman riñón o cadena alrededor del tercio, ya está listo, se ve un bonito
tercio de flores rojas; mi amigo ha terminado el suyo pero como es parte de un
grupo se coloca nuevamente entre las estacas para ayudar a que otros
formen sus respectivos tercios. Así ha pasado al día hasta que alrededor de la
11 de la mañana los primero familiares llegan al lugar donde nos pernoctamos,
han venido de Acala para ver cómo se encuentran y a convivir con ellos durante
la comida y el resto del día. Al mismo tiempo, han hecho su arribo algunos
priostes para regalar café, comida, medicina o algún producto que necesite el
florero para su sobrevivencia en las gélidas montañas. Alrededor de las 6 de la
tarde se escuchan los primeros rezos de los floreros profesados al Niño
Florero, todos rezan y piden las bendiciones para el regreso a casa; un
megáfono anuncia “Raúl Coello Lavariega, favor de pasar a dejar su cooperación
con los comisionados” y así se comienza a formar un grupo de floreros alrededor
de la mesa en la que se dará la cooperación, “es mucha la cooperación” grita
algún florero entre la oscuridad que no deja distinguirlo bien, aún con algunas
proclamas de inconformidad, muchos floreros dan su cooperación a sabiendas de
que servirá para cubrir gastos relacionados a esta peregrinación. A cada uno lo
van llamando, y así pasan a dejar su cuota de 150 pesos con devoción, alrededor
de 600 floreros lo ha hecho sin pensar en la cantidad dada sino en la fe que
están manifestando al Niño Dios. Cerca de las 9 de la noche, los visitantes inician
el regreso poco a poco, algunos más se quedan para dormir con sus familiares;
nuevamente la neblina se deja sentir y es la señal de que debemos dormirnos, no
sin antes permanecer en una fogata para soportar el frío y sostener una plática
con la “Piru”, mis primos “Tuli”, “Ganancia” y Migue “Coyolona”, y otros mas
que se me escapan de la memoria, ahí estamos frente a la fogata escuchando los chistes de la “Piru” al mismo
tiempo que lo entrevisto ¿crees que se pueda cambiar la fecha de la realización
de la Viva?, lo interrogo, él manifiesta que podría hacerse mientras a lo lejos
y dentro de una casa de campaña se escucha la voz de su esposa “¡no!, es el
23 y ya, el pueblo está acostumbrado a
ese día, el pueblo lo hace así”, mientras se sueltan algunas carcajadas, quizá
por el momento o quizá porque no hemos entendido nada. He decidido terminar la
entrevista abruptamente no vaya ser que al buen “Piru” lo queme su esposa en la
misma fogata en la que nos cobijamos por todo lo que está diciendo; no importa,
creo que he logrado lo que me he propuesto en este día, así que hay que
dormirnos. Un rayo de luz golpea mi cara y asiento que es hora de levantarme,
ya varios del grupo en el que me refugié lo han hecho y se encuentran
arreglando sus cosas porque ya es el día 20, y es el momento del descenso de la
montaña en la que nos hallamos, todos acuden hacia dónde están los comisionados
para recibir las últimas instrucciones antes de formar las filas para bajar, se
ha hecho otro rezo para que el niño los bendiga en este trayecto. Son cerca de
las 10 de la mañana y la fila de floreros se encuentra lista, todos con sus
tercios rojos tras sus espaldas; la fila se ha formado en orden, a partir del que
tiene más número de años yendo a esta peregrinación hasta el más novato en
estas cuestiones, a excepción de el Carga Niño que es el puntero de la fila
seguido por los comisionados, ahí está Don Pedro como primer comisionado y
patrón de toda la cofradía, el doctor Salomón, mi tío Ramiro y otros más, en
esa fila se puede ver el cambio generacional mientras van pasando ante mis ojos,
desde un florero de avanzada edad hasta el último que al parecer es un niño de
escasos 12 años que viene respaldado por un florero que le delegaron el cargo de
cierra tranca, el “Mono” le apodan, y que tiene la loable tarea de cerrar las
trancas de los terrenos por donde todos los floreros han atravesado. Me muevo
desde adelante hacia atrás y viceversa con la intención de capturar imágenes de
todos los floreros que han acudido a esta peregrinación. En el camino encuentro
a varios floreros con sus tercios descansando porque la caminata ya ha hecho
estragos, ahí están algunos en el camino con una sonrisa en los labios de que
esto al fin haya comenzado, mientras le pregunto a uno de ellos ¿hacia dónde
vamos?, “hacia el paraje Tzemenil”, me contesta, y así prosigo mi camino no sin
antes tambalearme en un terreno que está demasiado mojado porque cuenta con un
aspersor que no deja de tirar agua a la siembra, así varios floreros pasan por
ese lugar con mucho cuidado para no caerse, alguno que otro también tambalea
pero alcanzan a asirse a la superficie para seguir caminando. Allá a lo lejos
se alcanza a ver un frondoso árbol donde ya permanecen sentados algunos
floreros para disfrutar de un desayuno que un prioste les ha ofrecido, un caldo
de pollo bien calientito para los héroes de esta travesía. Ya todos nos
encontramos en este lugar para desayunar y descansar un rato, mientras que a lo
lejos observo las montañas de donde descendimos y que demuestra el esfuerzo
admirable que estos hombres han realizado. Dos horas después, la fila se ha
formado de nuevo, Don Pedro indica que es hora de comenzar a caminar, un
imponente valle los espera, es la parte más plana que hasta el momento se ha
caminado mientras a lo lejos se puede ver una subida pronunciada, allá van
todos juntos unidos por la fe, por el misticismo que muestran al Niño Dios, por
las ganas de demostrar que ellos no son los hombre del maíz que alguno vez hizo
referencia el Popol Vuh en algunas de sus líneas, sino que son “Los Hombres de
la Flor”, de la flor roja. El cansancio se puede ver en los rostros de cada uno
de ellos, después de la pesada subida que acaban de pasar, pero la fe los
sostiene en pie; unos árboles de guayaba se encuentran a nuestro paso y Don
Pedro se detiene para hacer un breve descanso que a estas alturas lo tienen
bien merecido por el tremendo esfuerzo de este recorrido. Ahí permanezco al
lado de Don Pedro, de mi tío Ramiro, y del carga niño, mientras bebemos un poco
de agua, “hijo, aquí le decimos El Guayabal” me indica Don Pedro, y viendo alrededor
los árboles de guayaba que aquí se localizan, siento que el nombre no pudo
haber sido más acertado. Después de media hora, todos se levantan, Don Pedro me
comenta que nos dirigimos hacia el costado de un
paraje que antes le nombraban “La Garrapata” y que hoy se llama “La Trancona”,
acato la explicación del otoñal florero y nuevamente me preparo para hacer
algunas fotos de esta procesión. Entre montes y espinas me voy moviendo para no
cruzarme en la fila que ellos han formado, varios floreros muestran ya un
cansancio superior y cuando pueden hacen una pausa para tomar aire sin bajar su
tercio de flor, cuento a varios de ellos haciendo lo mismo, mientras pienso que
el cansancio mío no significa nada para estos hombres que en sus espaldas
cargan muchas flores, para estos hombre que en sus espaldas llevan cargando la
fe depositada en el Niño Dios, mi cansancio no sirve, no vale, no cuenta, es
una quimera frente al esfuerzo de ellos. Nos acercamos al lugar indicado, pero
antes varios de los floreros se sientan para descansar un rato en un camino
estrecho y bastante accidentado al que han denominado paraje “El Pitillo”; me
siento al lado de un florero que le apodan “El Huichol”, ¿qué hacés aquí?, me
cuestiona, “intento documentar un libro” le respondo, “está chido carnal”,
agrega. Nuevamente nos levantamos para dirigirnos al lugar que me mencionaron
anteriormente, cerca de las 5 de la tarde estamos llegando a un lugar donde hay
una tranca muy grande de madera, hemos llegado al paraje “La Trancona” y cada florero
comienza a limpiar el lugar donde piensa descansar y dormir en la noche. Busco
mi lugar, otra vez junto a la “Piru”, mi primo “Tuli” y los demás con los que
he estado en esta peregrinación, nos colocamos para descansar mientras observo
que una multitud se ha formado alrededor de una señora, “es la que vende
empanadas” me explica mi primo Tuli, me dirijo hacia allá para comprar las
empanadas suficientes y compartirlas con mis amigos, “destapá ya tus latas, si
de aquí pa´delante nos darán comida en el camino” me ordena La Piru y le hago
caso puesto que es un florero con experiencia para aclarármelo. Hemos comido lo
suficiente para sentirnos satisfechos de recuperar la energía hasta el momento
gastada; contemplo el ocaso alrededor del lugar mientras siento que el clima ha
cambiado notablemente ya que nos encontramos a las faldas del gélido cerro en
que nos hallábamos por la mañana. La noche ha caído pero una imponente luna
llena promete vigilarnos mientras dormimos y como si fuera señal de buen
augurio un eclipse de luna se gesta en la media noche y poco somos los
privilegiados que alcanzamos a verlo, creo que ya no podré dormir, mejor
escucho un poco de música radioheadiana[2]
para evitar la sinfonía de ronquidos que interpretan mis amigos alrededor;
mientras escucho música recostado en el piso, miro al cielo y pienso en lo
genial que hubiese sido estar junto a mi padre y hermano en este recorrido pero
el frío de la muerte enamorada me los arrebató en el camino, como sea, estoy
seguro que desde allá arriba ellos lo están haciendo: ¡vaya hermano una flor
para ti, vaya padre otra flor para vos! Unas voces comienzan a escucharse en
sentido de plegarias cerca de las 4 de la mañana del día 21 de diciembre, son
los floreros que rinden un rezo a su mentor, su guía, su luz, el Niño Florero,
rezan y se persignan para que el Niño los bendiga en este nuevo trayecto que
está por iniciar; Don Pedro, el primero de los comisionados, da las
indicaciones para el recorrido que están basadas en la disciplina para esta
caminata, para que el florero entienda su fe, “no venimos por una cuestión de
pachanga, venimos por el niñito”, ratifica. Mi reloj timbra a las 5 de la
mañana y el recorrido va empezar, todo está completamente oscuro y por ser un
novato en estas cuestiones no llevo linterna de campamento ni mucho menos
afocador de mano, no veo nada pero siento que el camino es bastante rocoso y
casi me tropiezo, algunos floreros me tiran la luz en la cara para ver quien
anda cerca de ellos, así veo que ya han pasado varios, “metete aquí conmigo
Lauro”, me dice una voz que no distingo de quién proviene en la penumbra, “ese
mi Tyson” le expreso al reconocerlo finalmente, es mi amigo de la generación de
secundaria, Carlos, apodado “Tyson” por su oscura piel. Por breves momentos,
voy a su lado pero necesito tener algunas imágenes de la madrugada a costa de
lo que sea, así que me separo de él “voy a estar bien carnal” le manifiesto,
mientras sigue caminando. Permanezco en una especie de loma para hacer las
fotos que necesito y cumplo mi cometido; sigo caminando de manera arbitraria,
sin luz y sin una guía fiel, “crack” y voy pa´ el suelo, me he metido un
soberano porrazo del que ningún florero se ha percatado pero rescaté mi cámara
del golpe, ahí me quedo un rato aguantando el dolor de mi rodilla que
prácticamente implora descanso pero como decimos en el pueblo “aguanta vara”,
“aguanta vara Laurito, podemos hacerlo”, digo para mis adentros. Dejo que pasen
varios floreros para soportar un poco el dolor y mientras lo hago la aurora de
este día empieza a iluminarme, espero al último de la fila que es “El Mono”
acompañado del “Huichol” y me uno con ellos para comenzar a bajar, bajo con
ellos pero más lentamente porque el dolor de mi rodilla es insoportable, hemos
llegado a la carretera en construcción que unirá a San Lucas con San Cristóbal de
Las Casas, mi caminata aunque es con molestias,
ya lo hago en suelo firme, nos vamos acercando a una curva y otro
prioste se encuentra regalando tortas y refresco en una camioneta, “es mi
familia, hay pedís tu torta viste” me indica mi amigo “Huichol”. Justo en esa
curva nos volvemos a meter entre el monte para desayunar y descansar un rato
junto a mi amigo Huichol, El Mono, Valdemar, Frank, Chanti y otros más, “ya vamos
a llegar mi Kamaleón, el puentecito ya está cerca” me alienta el Huichol quien
sabe de mi clandestino pseudónimo. El Puentecito es el siguiente paraje y hacia
allá nos dirigimos, me vuelvo a reunir con los últimos de la fila porque el
dolor de mi rodilla me está reventando y camino lentamente con ellos, el dolor
sigue y dejo que ellos se pasen, agarro valor y sigo caminando pero me
encuentro perdido por no conocer las rutas de este recorrido y por el tiempo de
ventaja que me llevan El Mono y compañía, al encontrarme en una encrucijada de
caminos y no ver nadie delante de mí,
grito fuertemente “hey, Huichol, pa´onde es”, “agarrá pa´la derecha
carnal”, me instruye mi amigo, allá voy y finalmente con el dolor de mi alma
los alcanzo para ya no separarme de ellos, no vaya ser que me pierda de nuevo. Voy
con ellos, cojeando pero avanzando y cerca de las 11 de la mañana hemos llegado
al puentecito, los cohetes y las dianas se dejan escuchar en el momento de
entrada de los últimos floreros, muchas personas del pueblo se encuentran en el
lugar para recibirlos, los floreros dejan su tercio en el piso, ordenado en
filas, junto a la de los demás para disponerse a oficiar una misa con todos los
floreros y con las personas que ahí se encuentran. Es el primer encuentro
masivo con el pueblo y la algarabía se deja sentir entre los asistentes.
Desafortunadamente el dolor de mi rodilla me ha orillado a irme a mi pueblo a
buscar un sobandero para poder regresar, acudo al reconocido Don Jorge y su
diagnóstico no es muy alentador “tenés desviada la rodilla”, no queda más que
aguantar el dolor de la sobada[3]
porque “los barracos aguantan” dijeran los viejitos de mi pueblo. “Tenés que
reposar y después otra sobada” me ordena el sobandero, pero no atiendo la
recomendación porque alrededor de las dos de la tarde regreso al Puentecito
para seguir en esta procesión, con la satisfacción de que después de la sobada
el dolor, había disminuido y podía moverme sin muchas complicaciones. Nuevamente
me encuentro en el lugar y otro prioste regala comida a los floreros para que
cerca de las 4 de la tarde tengan las fuerzas suficientes para encaminarse al
paraje llamado “El Zapote”, la rutina es la misma, en fila y en orden para
llegar al destino, y justo cuando el reloj indica las 6 de la tarde llegamos al
paraje señalado, los floreros colocan sus tercios cerca de un árbol alrededor de
una bodega, donde también colocan al Niño Florerito en una especie de altar; un
prioste más hace su aparición para entregar tamales y café, mientras más gente
del pueblo que no pudo llegar al puentecito acude a este paraje para visitar a
sus familiares y amigos que se encuentran en esta procesión; por la noche, los
rezos y oraciones se dejan sentir nuevamente para después dormirse. El
calendario marca que ya es el día 22 y justo a las 5 de la mañana todos los
floreros se encuentran listos para comenzar el recorrido, todos los floreros
atraviesan la calle principal de Chiapilla para dirigirse a otro paraje llamado
Arroyo Seco o El Higón, según los datos que me dio un florero que desconozco,
ya en el lugar todos los floreros se reúnen para que los comisionados
notifiquen los pormenores de la cooperación, el tesorero, al que algunos llaman
“Canitas” (por su mechón al estilo del legendario artista Miguel Aceves Mejía) que
el mismo grupo de floreros ha designado con anterioridad, comienza su informe indicando
la cantidad que se ha gastado, mientras que algunos floreros con experiencia
levantan la mano en señal que desean hablar pero no es el momento, ya que el
tesorero sigue rindiendo cuentas y deben esperar; finalmente el tesorero hace
el corte de caja y uno de los comisionados da la orden “ahora sí compañeros,
pueden hablar”, así uno de los floreros al que conocen como “Caballito” expone
su desacuerdo respecto a la persona que actualmente es el carga niño, lanza la perorata
de que al que le correspondía este año no era el hijo sino el padre, quien
casualmente es el tesorero y fue la mecha (como su mismo pelo blanco) de la
bomba que incendió todo; un florero más, “El Chendo”, agrega que no han
mostrado seriedad ya que se debe respetar el nombre de quien pidió cargar el
niño y no de que cada uno se lo entregue a quien quiera, por lo que si alguien
desea ser carga niño que se inscriba por él mismo; de alguna manera,
manifiestan que los comisionados tienen un tipo de arreglo y ellos hacen con la
lista lo que se les antoje por lo que muchos floreros piden que se realice de
nuevo la lista. El problema es que algunas personas ya están próximas al año
que les toca ser carga niño por lo que muestran descontento al respecto y por
ello los comisionados ponen al frente del grupo a los tres próximas personas
que ocuparan la vacante de carga niño, ahí están en orden de tiempo quien le
toca el año siguiente, un tal Coronado, al lado de él al que le corresponde en
el año 2012, mi amigo Moisés Luna y al final un tal Erick Ordoñez, cada uno de
ellos expone las razones por las que están anotados en la lista, pero de nuevo vuelven
a caldearse los ánimos cuando mi amigo Moisés expresa que le pertenece ese
lugar porque su padre lo inscribió con anterioridad cuando él todavía era un
recién nacido y de nuevo el barullo colectivo, “así no se vale”, “que se haga
de nuevo la lista”, “que se respete la lista”, varias son las frases que se
lanzan al aire pero finalmente todo sigue igual, la lista no se mueve y queda
igual, pero en el ambiente se puede respirar un aire de inconformidad derivado,
según la apreciación de los floreros, de la insolencia mostrada por el tesorero
al designar a su hijo como carga niño aunque la lista de un libro en poder del comisionado
mayor demuestre lo contrario. Han transcurrido dos horas en aclarar la cuestión
económica de la peregrinación y de la lista de personas que están anotadas para
ocupar la figura del carga niño. Aún con todo eso, ha dado las 8 de la mañana y
nuevamente los floreros forman las filas para dirigirse a otro paraje llamado
Nandayapa, caminan por una vereda hasta encontrar finalmente la carretera que
conecta con Acala y justo cuando están sobre ella otro prioste los está
esperando para regalarles una torta y un refresco para el desayuno del día, los
floreros buscan un lugar para descansar e ingerir sus alimentos y después de
media hora se ponen en marcha para dirigirse a Nandayapa. Han caminado un buen
trecho de carretera y hacen una breve parada, lanzan un cohete de aviso para
los que esperan en el paraje, un cohete sube al cielo dejando su rastro y
finalmente truena, ¡pum!, y los floreros prosiguen la travesía. A estas
alturas, varias personas del pueblo de Acala se atraviesan entre la fila de los
floreros que conocen, que si la esposa viene a ver a su esposo, que si la madre
viene a ver a su hijo, que si la novia viene a ver al novio y aquellos que por
curiosidad o admiración les brindan un saludo. Aproximadamente a las 10 de la
mañana el primer comisionado va entrando a Nandayapa precedido del carga niño
que es arropado por la familia de otro prioste, las dianas suenan, el bullicio
es inexplicable, una multitud de personas aplauden y rinden pleitesía a los
floreros que van entrando, pareciera el cierre de campaña política de un
candidato pero con la diferencia de que aquí no hay “acarreados” sino que todos
van por la fe al Niño Dios y a la admiración mostrada a estos Hombres de la
Flor. La música de viento se hace sentir a todo lo que da y los floreros muestran
una alegría sublime por el recibimiento que les han brindado; cada florero va
colocando su tercio de flor en el lugar indicado y que fue construido para esa
función. Así van entrado uno a uno y después de tan majestuoso recibimiento
cada florero busca a su familia para comer junto a ellos. Otro prioste regala
comida pero el lugar está lleno de diversos negocios que ofrecen tacos,
hamburguesas, quesadillas y otros alimentos que algunos floreros optan por
comprar en ellos y buscar el lugar apropiado con su familia para disfrutar del
momento. Ante la felicidad de algunos floreros, varios de ellos prefieren
consumir alguna que otra fría cerveza o un buen licor, como sea, creo y siento
que el momento lo amerita por lo que también me dispongo a tomar algo junto a
mi primo Tuli. Los norteños[4]
se hacen sentir a los alrededores y la alegría cada vez se hace más evidente; a
pesar de las bebidas embriagantes, todo transcurre en calma y en total armonía,
los visitantes poco a poco se comienzan a retirar del lugar para esperarlos en
el pueblo. Don Pedro y los demás comisionados indican, cerca de las 7 de la
noche, que es hora de la partida, la rutina se repite, formar las filas y
caminar en orden y con disciplina rumbo al pueblo, las luces del pueblo ya se
ven a lo lejos y cerca de las 8 de la noche se encuentran en la avenida que
sube al Barrio de Salomón y los aplausos se sienten de nuevo, todos los
floreros atraviesan la avenida principal del barrio y en cada una de las casas
las personas salen para recibirlos como se lo merecen, a estas alturas el dolor
de mi rodilla ya no me importa porque me he contagiado de esta algarabía que no
alcanzo entender del todo, estoy feliz, esta caminata ha valido realmente la
pena. Los floreros se dirigen hacia la ermita de San Pedro y a las 8 y media de
la noche el primer florero entra a ella para colocar su tercio de flores rojas,
no sin antes ser recibido con música y aplausos por la gente que ha formado una
valla para una entrada triunfante. Un prioste más hace su aparición para
regalar tamales y refresco a cada uno de los floreros para su respectiva cena;
la gente del pueblo se comienza a retirar del lugar cerca de las 11 de la
noche, al tiempo que también lo hacen varios floreros para dormir en casa
después de una tremenda jornada, después de 8 días de ausencia a dormir rodeado
de la familia nuevamente. Todos se han retirado y el cansancio también hace que
vaya a dormirme a casa, todo se me hace extraño, pareciera que siempre fui un
nómada pero nuevamente me vuelvo sedentario, pienso que la experiencia ha sido
enriquecedora, mientras comienzo a ver las fotos hechas en mi computadora, “ha
valido la pena”, me digo a mi mismo; ¿estás bien?, me pregunta mi santa madre,
“de maravilla jefecita”, le respondo y le planto un beso en su mejilla para
dormirme. Mi primo Tuli me llama por teléfono celular para avisarme que acuda a
la ermita de San Pedro para seguir tomando fotos, “qué jaragán tan bueno sos pué”
dijera mi difunto abuelo Carlos, porque ya me había agarrado la tarde y si no
es por la llamada de mi primo me pierdo de lo que sucede en la mañana del día
23. Acudo a la ermita a las 7 de la mañana, y varios floreros se encuentran
desamarrando sus tercios, ¿qué hacen?, interrogo a mi tío Ramiro y me responde: “estamos seleccionando las
flores que se meterán a la construcción de la casita”. Una vez despejada la
duda, veo que los floreros toman una flor del tercio desarmado para llevarla en
sus manos en un paseo que darán junto al Niño Dios Florerito para acompañarlo
hasta la casa del comisionado donde quedará, que este año casualmente le tocó a
Don Pedro Sánchez, el patrón de toda la cofradía. Allá van todos los floreros,
bañados y más descansados de toda la travesía, acompañados de la música de
viento, para llevar al niñito hasta la casa del comisionado, han llegado y la
diana se deja sentir nuevamente; es hora de hacer un rezo y la mayoría de los
floreros permanece en el lugar para llevarlo a cabo, algunos cierran los ojos
mientras oran y otros más permanecen más serios pero sin lugar a dudas se puede
sentir que dentro de sus corazones la felicidad los invade de que todo haya
salido bien y de estar vivos un año más para haberlo hecho. El rezo termina y
el niño se queda en el lugar donde nacerá el 25 de diciembre, los floreros en
cambio se van a sus respectivas casas, es un receso porque hasta la noche
tendrán actividad nuevamente, eso lo sé por experiencia propia, por ser parte
del pueblo y porque así me lo hicieron saber muchos de los floreros. Ha pasado
un largo receso y a las 7 de la noche, los floreros acuden a la ermita de San
Pedro para sacar el tercio que armaron en la mañana con las mejores flores de
la peregrinación, cada uno toma su tercio más liviano que el anterior y lo
ponen tras su espalda, esta vez forman dos filas que se extienden hasta la
banqueta de las calles, la música suena al tiempo que lo hacen los cohetes y
comienzan a caminar rumbo a el domicilio del padrino de la casita para entregar
las flores que servirán para la construcción de la misma al día siguiente, los
reciben con música y uno a uno va dejando las flores en la residencia del
padrino. El padrino ha organizado un baile en honor a los floreros pero pocos
son los que se quedan en el lugar ya que
se disponen a rendir “las vivas” en señal de agradecimiento a los priostes que
les dieron alimentos durante la travesía, allá van todos los floreros junto a
personas del pueblo que se han unido a esta celebración, el tumulto es
inexplicable, cientos de personas se unen a ellos pare rendir reverencia a los
priostes y a su familia, aparecen las playeras que hacen alusión al día “viva
la viva”, “yo amo la viva”, se puede leer en playeras blanca y negras que porta
gente del pueblo al igual que algunos floreros, las botellas de licor, los
botes de cerveza y las garrafas de morita se dejan ver en las manos de algunos
floreros y gente del pueblo, es momento de celebrar puesto que el día lo
amerita; comienza el protocolo, uno de los comisionados grita por medio de un
altavoz “¡viva la familia Hualus por
muchos años señores”, “¡viva”, replican efusivamente el colectivo de floreros,
la diana suena con la música de viento y seguido de ello comienza una música
pegajosa que contagia a todos a bailar y a brincar, los cuerpos golpean uno con
otro como si fuera un slam[5],
bailan, sudan, se siente el fervor de esta tradición, una melodía termina e
inmediatamente sigue la otra, así se sigue bailando con entusiasmo, gritando y
brincando y cuando se puede se empinan sus respectivos tragos, yo no espero y
me integro a bailar junto a mi primo “Tuli”
y a mis amigos, sin que deje de disfrutar de una refrescante caguama porque
esta vez no alcanzó pa´ el whisky. Ha terminado la primera viva y todos los
floreros junto al pueblo caminan hacia la casa del siguiente prioste, en el
camino cada uno va con quien más siente simpatía y así van tomando y platicando
hasta llegar a la casa del otro prioste, la rutina es la misma con la
diferencia que el agradecimiento es para otra familia “viva la familia Molano
por muchos años señores” se deja escuchar a través del altavoz, “viva” hacen
eco todos los presentes y de nuevo la música “tan ta ra ra ra, tan ta ra ra ra”
fluye a través de los instrumentos musicales y todos nuevamente a bailar. Esta
práctica se hace consecutivamente con cada prioste, con la excepción que
mientras pasan las horas, el alcohol ha poseído a la mayoría de los presentes y
el baile es más desordenado pero con más euforia, el alcohol los ha
desinhibido, gritan y bailan con más frenesí, yo estoy en las mismas y casi ya
no puedo sostenerme en pie pero sigo hasta la última viva que se realiza hasta las
3 de la mañana en honor a la familia Acuña, la música ha terminado y el número
de gente es menor de la que empezó esta celebración ya sea porque se cansaron
en el camino o ya sea porque se emborracharon con anterioridad. Cada uno se
retira con quien quiere y yo me voy con una mujer que me asomó en el momento de
la arrechura[6],
paso a dejar en su casa a mi amante en turno para después retornar a la mía;
camino solo rumbo a casa porque mi primo “Tuli” se le dio la brillante idea de
embriagarse antes que yo, es hora de dormir no porque tenga sueño sino porque
realmente me encuentro excesivamente borracho y ya no tengo nadie a mi lado que
me siga acompañando en la fiesta personal que me había organizado, como sea, es
hora de dormir y caigo rendido en mi cama, los besos que coseché de esa mujer,
esos se olvidan al momento de cerrar mis ojos, pobre de la chica no sabe con
quién se metió. Mi mamá golpea mi cachete cerca de las 8 de la mañana del día
24 y articula “levántate ya o ¿no vas a ir a tomar fotos de la casita?”, me
levanto con una cruda que sacude todo mi cuerpo pero que al menos me permite
caminar hacia el domicilio del padrino de la casita. He llegado al lugar y
algunas personas de edad mayor se encuentran elaborando la casita del Niño
Dios, son los floreros que ya no pudieron hacer la peregrinación pero que están
comprometidos con su fe para la construcción de la casita, ponen las flores
seleccionadas alrededor de una estructura de madera y las van amarrando poco a
poco para que quede segura. Una música los acompaña para que se sientan motivados,
varios floreros se hallan en la escena pero la mayoría de ellos no ha acudido
al lugar seguramente por la resaca que los está afectando; a pesar de ello, la
construcción lleva un gran avance y se puede observar que pronto la concluirán,
los floreros de repente tienen un descanso para disfrutar de un delicioso pozol[7]
y uno que otro alimento que sirva para tener la energía necesaria que demanda
este oficio. Cerca de las 12 del día, la casita se encuentra lista pero antes
de levantarla le colocan una cruz en la punta de la misma y justo cuando se la
plantan, los cohetes y la música se deja sentir nuevamente; muchas de las
flores que no fueron usadas en la construcción son amarradas en tercios para
regalárselos a algunos priostes que ayudaron en el presente año. Otros floreros
toman algunas vigas de madera de aproximadamente 4 metros y las colocan debajo
de la casita para levantarla entre ellos, cargar la casita es un privilegio
para cualquier florero por lo que hacen todo lo posible para cargarla durante
el recorrido que se le hará alrededor del pueblo. Los cohetes suenan y el
itinerario comienza acompañado de alegre música, delante de la casita se
encuentran los padrinos de la misma junto a familiares y amigos que van
saludando a sus conocidos durante el paseo, detrás de la casita vienen bailando
gente del pueblo junto a los parachicos, chuntaes, chiapanecas, disfrazados
y figurones[8]
quienes disfrutan del momento. Otra vez la sensación es inexplicable, una
inmensa alegría recorre el cuerpo de todos los asistentes un año más, quizá
porque estamos vivos para disfrutarlo nuevamente. La casita ha dado su paseo
por las calles principales del pueblo y cerca de las dos de la tarde ha llegado
a la iglesia principal del pueblo pero como su tamaño es demasiado grande la
entrada a las puertas de la iglesia se complica un poco y se busca la
estrategia necesaria para lograrlo, la casita por fin ha entrado y la diana se
deja sentir fervorosamente acompañado de todos los floreros y gente del pueblo;
dentro de la iglesia hay un lugar especial en donde se colocara la casita y que
será el lugar en donde nacerá el Niño Dios esa noche, así que todos los
floreros con mucha calma y mucha fuerza colocan finalmente la casita en el
lugar señalado, la diana suena y prosigue una melodía para bailar y festejar
dentro de la iglesia, brincan, bailan y gritan “eh, eh, eh, eh”, ante la
efusividad muchos floreros alzan en sus hombros al sacerdote de la iglesia y lo
hacen bailar junto a ellos para que
también disfrute de este apoteósico instante. La música remata “tan tan” y cada
uno se va a su casa o a donde quieran irse, yo prefiero irme pa´una cantina
ante la felicidad del momento; todo concluye en el lugar en donde empezó una
noche de un 15 de diciembre, en la catedral principal del pueblo, mañana será
el mismo protocolo con la diferencia que la casita del Niño Florerito se
llevará a la casa de Don Pedro y ahí quedará hasta el momento que se realice la
sentada del niño; pasaran 12 meses, 52 semanas, 365 días, 8,760 horas, 525,600
minutos y 31,536,000 segundos para que todo, todo esto se repita.
[1]
Vara delgada y larga en forma de ele que
se utiliza para cortar frutos y plantas que se encuentran en lo alto de los
árboles.
[3]
Acción de frotar con pomada o crema algún hueso que está golpeado y que es
realizado por una persona que tiene un don o virtud para hacerlo.
[4]
Conjunto musical que interpretan un género de música folclórica y popular de
México (norteña), que consiste en una instrumentación de acordeón y bajo sexto,
con adición de contrabajo, también
incluye tarola y ocasionalmente, saxofón.
[5]
Anglicismo que es utilizado en los conciertos de rock para describir los
brincos y golpes cuerpo a cuerpo que se suscita entre los asistentes.
[6]
Expresión chiapaneca que significa que una persona anda demasiado alegre y
contenta.
[7]
Bebida regional que es elaborada con agua y masa de maíz.
[8]
Superlativo de figura, un disfraz de aproximadamente 3 metros de largo y que es
representativo en los festejos de Acala, Chiapas.