sábado, 4 de enero de 2014

CRÓNICA DE UNA ROJA PROCESIÓN (2010)


La noche ha caído y el cielo deja que la luna ilumine lo que resta del día y justo cuando el tic-tac del reloj ha marcado las 7 de la noche, las campanas de la Iglesia de San Pablo Apóstol, la principal del pueblo, comienza a repicar en señal de que es hora de emprender el ritual una vez más, como cada 15 de diciembre. Hombres de diversas edades y de distintas clases sociales acuden al lugar para recibir las bendiciones del párroco en una misa que han llamado “misa de floreros”, que significa el preludio de la larga procesión que les espera. Ahí están la mayoría de los floreros escuchando las palabras del sacerdote y encomendándose a Dios para que en esta travesía no surja ningún inconveniente, en los rostros de cada uno se puede notar la impaciencia porque la travesía comience. Finalmente el clérigo da las bendiciones y todos los floreros acuden hasta la casa del padrino del Niño Dios, donde les espera un baile y una cena en su honor, los protagonistas de esta tradicional peregrinación. La música suena al máximo con canciones populares que disfrutan tanto algunos floreros como gente del pueblo, los floreros de más edad prefieren permanecer sentados dentro de la casa del padrino para esperar la hora de la salida. Un cohete ha sonado cerca de las 12 de la noche en señal de que todos los floreros están listos para la partida, y efectivamente así es, varios floreros se encuentran preparados con redes, chamarras, machetes, mochilas, pañuelos rojos, afocadores y otras cosas más que les servirán en toda esta peregrinación. Es hora de dirigirse hacia la ermita de Santa Lucía donde algunos floreros más esperan la llegada del Niño Dios en manos del padrino para darle el “beso de despedida”, el otro niño, el Niño Florero yace dentro de una cajita que sostiene con un mecapal el Carga Niño justo al lado del Niño Dios que está siendo besado uno a uno por cada florero que así lo desea y que van pasando en fila, uno, dos, tres, diez, cincuenta, mis ojos llegan a contar cerca de doscientos floreros que han hecho esta rutina, mientras otros cohetes avisan que la peregrinación ha iniciado. Varios floreros se unen en grupos para partir, algunos lo hacen caminando, generalmente los comisionados y otros más, rumbo al camino que lleva a San Lucas,  el resto de los floreros prefiere irse en automóvil por la carretera que lleva a San Cristóbal, como sea, la procesión ha comenzado. El alba ha destellado ya, y la mayoría de los floreros han llegado a un paraje llamado “El Carrizal”, el cual viene siendo el centro de operaciones de los floreros, ya que a partir de ahí comienzan a distribuirse a distintos puntos de la zona como Mitzitón, Dos Lagunas, Fray Bartolomé, San José De Las Flores, Chanal, Rancho Nuevo, Corralito y otros lugares más en donde se pueden hacer de la preciada flor roja. Algunos ante la escasez de la flor pernoctan en algunos lugares mientras la encuentran y generalmente se levantan del lugar hasta que la mayoría de los floreros que conforman su grupo tiene su tercio completo, varios floreros se acercan a los dueños de los predios donde se encuentra la flor para que les otorguen el permiso de la cortada a cambio de frutas y algunos víveres, un bocado le llaman ellos. Un florero sube al árbol para cortar manualmente la flor que se encuentra en las alturas, otros más eligen usar unos garabatos[1] para cortarlas tratando de que no se dañe en su caída con la ayuda de otro florero, “jímbalo aquí lo capio” pronuncia un florero en el característico tono acalteco, lo cual significa que el florero que se encuentra arriba del árbol avienta la flor al otro que se encuentra en tierra para atraparla, al tenerla en sus manos la sacuden para percatarse de que ningún animal ponzoñoso los sorprenda, así poco a poco y con mucho esmero han logrado hacerse de las preciadas flores, pero ¡¿qué significa esto?!, flores tiradas en el camino, algunas muy buenas sin que los floreros le tomen importancia y el valor necesario, creo no han entendido que la deforestación está provocando la escasez de la misma y que la tradición está en riesgo si no toman conciencia de ello. No entiendo el comportamiento de algunos de ellos al dilapidar la flor y mejor me hago el desentendido, pero durante el recorrido mientras observo, miles de dudas surgen en mi cabeza respecto a este asunto “¿cuándo lo van a entender?, ¿hasta cuándo?” Los días 16 y 17 han pasado rápidamente con un frío que ha calado los huesos a la mayoría de los floreros, pero el sacrificio ha rendido frutos y los floreros se han hecho de la flor necesaria que pueden cargar en sus espaldas. Han regresado al centro de operaciones, El Carrizal, una tarde del día 18 de diciembre, algunos con mayor suerte para hacerse de la flor ya se encuentran en el lugar con sus casas de campaña levantadas y con fogatas encendidas, las diferencias se notan palpablemente mientras algunos erigen grandes casas de campaña con material resistente otros apenas y logran construir una casa con nailon y se organizan para dormir a como Dios le dio a entender o  como quizá la fe del Niño Dios Florerito les ha permitido acomodarse. La particularidad del lugar es que se encuentra cerca de una laguna y si ya el frío en estos lugares se hace sentir fuertemente, la presencia de esta laguna provoca que el frío sea aún más evidente para los floreros que duermen cerca de la misma. Una bruma blanca ha comenzado a cubrir el lugar en que nos encontramos y el frío se empieza a sentir en los huesos, “hace frío” dice un florero que le llaman “El Chacho”, “es hora de dormir” responde otro cuyo nombre desconozco; he de tomarles la palabra y me dirijo a dormir al grupo que me ha tocado, el del popular “Piru” con su jovial sonrisa y sus jocosos comentarios “mira vos Lauro, si no dejás de está tomando foto no te vamo a dejá que durmás aquí”, prefiero hacer caso a la petición no por temor sino porque en verdad los ojos me pesan del sueño y porque además siento que en mejor grupo no pude estar, aquí el regocijo de las bromas y conversaciones saldará el frío y el cansancio de la caminata. Todos arrejuntados, nos empezamos a dormir, sintiendo el calor del amigo, del hermano, del primo, del compadre, desde aquí se empieza a sentir el espíritu navideño, no hay rencores ni odios, todos estamos unidos para ayudarnos, para dormirnos, tengo además la distinción de que estoy durmiendo al lado de un primo que considero un hermano: “El Tuli”. La noche no puede ser helada tengo amigos que rasgan el frío con el calor de sus manos, de sus sonrisas, de sus  palabras, de sus abrazos, de sus mismos ojos, el frío ha perdido sentido con la calidez de estos amigos. Un gallo ha cantado a lo lejos y es la señal de que el día 19 ha comenzado para nosotros, las caras de unos son más adormitadas que la de otros, quizás porque no querían levantarse aún pero como somos un grupo, si se levanta uno, nos levantamos todos. “Es hora de un cafecito vos primo”, le digo al “Tuli”, “es hora pue vos primo” me responde, allá vamos a comprarnos nuestro cafecito acompañado de algo que nos llene el estomago. Más floreros que duermen alrededor se comienzan a despertar al tiempo que encienden sus fogatas para preparar su café o el desayuno del día, ahí están ya todos para agarrar las fuerzas necesarias que demanda el día. “Hoy viene a verme mi familia” esboza un amigo que le dicen el “Toño Loco”, mientras observo que el resto de los floreros comienza a formar sus tercios; ahí está mi amigo “Chanti” entre dos estacas colocando las flores para amarrar su tercio con un mecapal, pone una, dos, tres, cuatro hasta llegar a 30, reforzándola con otras plantas que llaman mazorca, lo amarra fuerte con la ayuda de otro florero, lo prepara y coloca en el frío piso donde nos encontramos, le pone una especie de adorno que ellos llaman riñón o cadena alrededor del tercio, ya está listo, se ve un bonito tercio de flores rojas; mi amigo ha terminado el suyo pero como es parte de un grupo se coloca  nuevamente  entre las estacas para ayudar a que otros formen sus respectivos tercios. Así ha pasado al día hasta que alrededor de la 11 de la mañana los primero familiares llegan al lugar donde nos pernoctamos, han venido de Acala para ver cómo se encuentran y a convivir con ellos durante la comida y el resto del día. Al mismo tiempo, han hecho su arribo algunos priostes para regalar café, comida, medicina o algún producto que necesite el florero para su sobrevivencia en las gélidas montañas. Alrededor de las 6 de la tarde se escuchan los primeros rezos de los floreros profesados al Niño Florero, todos rezan y piden las bendiciones para el regreso a casa; un megáfono anuncia “Raúl Coello Lavariega, favor de pasar a dejar su cooperación con los comisionados” y así se comienza a formar un grupo de floreros alrededor de la mesa en la que se dará la cooperación, “es mucha la cooperación” grita algún florero entre la oscuridad que no deja distinguirlo bien, aún con algunas proclamas de inconformidad, muchos floreros dan su cooperación a sabiendas de que servirá para cubrir gastos relacionados a esta peregrinación. A cada uno lo van llamando, y así pasan a dejar su cuota de 150 pesos con devoción, alrededor de 600 floreros lo ha hecho sin pensar en la cantidad dada sino en la fe que están manifestando al Niño Dios. Cerca de las 9 de la noche, los visitantes inician el regreso poco a poco, algunos más se quedan para dormir con sus familiares; nuevamente la neblina se deja sentir y es la señal de que debemos dormirnos, no sin antes permanecer en una fogata para soportar el frío y sostener una plática con la “Piru”, mis primos “Tuli”, “Ganancia” y Migue “Coyolona”, y otros mas que se me escapan de la memoria, ahí estamos frente a la fogata  escuchando los chistes de la “Piru” al mismo tiempo que lo entrevisto ¿crees que se pueda cambiar la fecha de la realización de la Viva?, lo interrogo, él manifiesta que podría hacerse mientras a lo lejos y dentro de una casa de campaña se escucha la voz de su esposa “¡no!, es el 23  y ya, el pueblo está acostumbrado a ese día, el pueblo lo hace así”, mientras se sueltan algunas carcajadas, quizá por el momento o quizá porque no hemos entendido nada. He decidido terminar la entrevista abruptamente no vaya ser que al buen “Piru” lo queme su esposa en la misma fogata en la que nos cobijamos por todo lo que está diciendo; no importa, creo que he logrado lo que me he propuesto en este día, así que hay que dormirnos. Un rayo de luz golpea mi cara y asiento que es hora de levantarme, ya varios del grupo en el que me refugié lo han hecho y se encuentran arreglando sus cosas porque ya es el día 20, y es el momento del descenso de la montaña en la que nos hallamos, todos acuden hacia dónde están los comisionados para recibir las últimas instrucciones antes de formar las filas para bajar, se ha hecho otro rezo para que el niño los bendiga en este trayecto. Son cerca de las 10 de la mañana y la fila de floreros se encuentra lista, todos con sus tercios rojos tras sus espaldas; la fila se ha formado en orden, a partir del que tiene más número de años yendo a esta peregrinación hasta el más novato en estas cuestiones, a excepción de el Carga Niño que es el puntero de la fila seguido por los comisionados, ahí está Don Pedro como primer comisionado y patrón de toda la cofradía, el doctor Salomón, mi tío Ramiro y otros más, en esa fila se puede ver el cambio generacional mientras van pasando ante mis ojos, desde un florero de avanzada edad hasta el último que al parecer es un niño de escasos 12 años que viene respaldado por un florero que le delegaron el cargo de cierra tranca, el “Mono” le apodan, y que tiene la loable tarea de cerrar las trancas de los terrenos por donde todos los floreros han atravesado. Me muevo desde adelante hacia atrás y viceversa con la intención de capturar imágenes de todos los floreros que han acudido a esta peregrinación. En el camino encuentro a varios floreros con sus tercios descansando porque la caminata ya ha hecho estragos, ahí están algunos en el camino con una sonrisa en los labios de que esto al fin haya comenzado, mientras le pregunto a uno de ellos ¿hacia dónde vamos?, “hacia el paraje Tzemenil”, me contesta, y así prosigo mi camino no sin antes tambalearme en un terreno que está demasiado mojado porque cuenta con un aspersor que no deja de tirar agua a la siembra, así varios floreros pasan por ese lugar con mucho cuidado para no caerse, alguno que otro también tambalea pero alcanzan a asirse a la superficie para seguir caminando. Allá a lo lejos se alcanza a ver un frondoso árbol donde ya permanecen sentados algunos floreros para disfrutar de un desayuno que un prioste les ha ofrecido, un caldo de pollo bien calientito para los héroes de esta travesía. Ya todos nos encontramos en este lugar para desayunar y descansar un rato, mientras que a lo lejos observo las montañas de donde descendimos y que demuestra el esfuerzo admirable que estos hombres han realizado. Dos horas después, la fila se ha formado de nuevo, Don Pedro indica que es hora de comenzar a caminar, un imponente valle los espera, es la parte más plana que hasta el momento se ha caminado mientras a lo lejos se puede ver una subida pronunciada, allá van todos juntos unidos por la fe, por el misticismo que muestran al Niño Dios, por las ganas de demostrar que ellos no son los hombre del maíz que alguno vez hizo referencia el Popol Vuh en algunas de sus líneas, sino que son “Los Hombres de la Flor”, de la flor roja. El cansancio se puede ver en los rostros de cada uno de ellos, después de la pesada subida que acaban de pasar, pero la fe los sostiene en pie; unos árboles de guayaba se encuentran a nuestro paso y Don Pedro se detiene para hacer un breve descanso que a estas alturas lo tienen bien merecido por el tremendo esfuerzo de este recorrido. Ahí permanezco al lado de Don Pedro, de mi tío Ramiro, y del carga niño, mientras bebemos un poco de agua, “hijo, aquí le decimos El Guayabal” me indica Don Pedro, y viendo alrededor los árboles de guayaba que aquí se localizan, siento que el nombre no pudo haber sido más acertado. Después de media hora, todos se levantan, Don Pedro me comenta que nos dirigimos hacia el costado de un paraje que antes le nombraban “La Garrapata” y que hoy se llama “La Trancona”, acato la explicación del otoñal florero y nuevamente me preparo para hacer algunas fotos de esta procesión. Entre montes y espinas me voy moviendo para no cruzarme en la fila que ellos han formado, varios floreros muestran ya un cansancio superior y cuando pueden hacen una pausa para tomar aire sin bajar su tercio de flor, cuento a varios de ellos haciendo lo mismo, mientras pienso que el cansancio mío no significa nada para estos hombres que en sus espaldas cargan muchas flores, para estos hombre que en sus espaldas llevan cargando la fe depositada en el Niño Dios, mi cansancio no sirve, no vale, no cuenta, es una quimera frente al esfuerzo de ellos. Nos acercamos al lugar indicado, pero antes varios de los floreros se sientan para descansar un rato en un camino estrecho y bastante accidentado al que han denominado paraje “El Pitillo”; me siento al lado de un florero que le apodan “El Huichol”, ¿qué hacés aquí?, me cuestiona, “intento documentar un libro” le respondo, “está chido carnal”, agrega. Nuevamente nos levantamos para dirigirnos al lugar que me mencionaron anteriormente, cerca de las 5 de la tarde estamos llegando a un lugar donde hay una tranca muy grande de madera, hemos llegado al paraje “La Trancona” y cada florero comienza a limpiar el lugar donde piensa descansar y dormir en la noche. Busco mi lugar, otra vez junto a la “Piru”, mi primo “Tuli” y los demás con los que he estado en esta peregrinación, nos colocamos para descansar mientras observo que una multitud se ha formado alrededor de una señora, “es la que vende empanadas” me explica mi primo Tuli, me dirijo hacia allá para comprar las empanadas suficientes y compartirlas con mis amigos, “destapá ya tus latas, si de aquí pa´delante nos darán comida en el camino” me ordena La Piru y le hago caso puesto que es un florero con experiencia para aclarármelo. Hemos comido lo suficiente para sentirnos satisfechos de recuperar la energía hasta el momento gastada; contemplo el ocaso alrededor del lugar mientras siento que el clima ha cambiado notablemente ya que nos encontramos a las faldas del gélido cerro en que nos hallábamos por la mañana. La noche ha caído pero una imponente luna llena promete vigilarnos mientras dormimos y como si fuera señal de buen augurio un eclipse de luna se gesta en la media noche y poco somos los privilegiados que alcanzamos a verlo, creo que ya no podré dormir, mejor escucho un poco de música radioheadiana[2] para evitar la sinfonía de ronquidos que interpretan mis amigos alrededor; mientras escucho música recostado en el piso, miro al cielo y pienso en lo genial que hubiese sido estar junto a mi padre y hermano en este recorrido pero el frío de la muerte enamorada me los arrebató en el camino, como sea, estoy seguro que desde allá arriba ellos lo están haciendo: ¡vaya hermano una flor para ti, vaya padre otra flor para vos! Unas voces comienzan a escucharse en sentido de plegarias cerca de las 4 de la mañana del día 21 de diciembre, son los floreros que rinden un rezo a su mentor, su guía, su luz, el Niño Florero, rezan y se persignan para que el Niño los bendiga en este nuevo trayecto que está por iniciar; Don Pedro, el primero de los comisionados, da las indicaciones para el recorrido que están basadas en la disciplina para esta caminata, para que el florero entienda su fe, “no venimos por una cuestión de pachanga, venimos por el niñito”, ratifica. Mi reloj timbra a las 5 de la mañana y el recorrido va empezar, todo está completamente oscuro y por ser un novato en estas cuestiones no llevo linterna de campamento ni mucho menos afocador de mano, no veo nada pero siento que el camino es bastante rocoso y casi me tropiezo, algunos floreros me tiran la luz en la cara para ver quien anda cerca de ellos, así veo que ya han pasado varios, “metete aquí conmigo Lauro”, me dice una voz que no distingo de quién proviene en la penumbra, “ese mi Tyson” le expreso al reconocerlo finalmente, es mi amigo de la generación de secundaria, Carlos, apodado “Tyson” por su oscura piel. Por breves momentos, voy a su lado pero necesito tener algunas imágenes de la madrugada a costa de lo que sea, así que me separo de él “voy a estar bien carnal” le manifiesto, mientras sigue caminando. Permanezco en una especie de loma para hacer las fotos que necesito y cumplo mi cometido; sigo caminando de manera arbitraria, sin luz y sin una guía fiel, “crack” y voy pa´ el suelo, me he metido un soberano porrazo del que ningún florero se ha percatado pero rescaté mi cámara del golpe, ahí me quedo un rato aguantando el dolor de mi rodilla que prácticamente implora descanso pero como decimos en el pueblo “aguanta vara”, “aguanta vara Laurito, podemos hacerlo”, digo para mis adentros. Dejo que pasen varios floreros para soportar un poco el dolor y mientras lo hago la aurora de este día empieza a iluminarme, espero al último de la fila que es “El Mono” acompañado del “Huichol” y me uno con ellos para comenzar a bajar, bajo con ellos pero más lentamente porque el dolor de mi rodilla es insoportable, hemos llegado a la carretera en construcción que unirá a San Lucas con San Cristóbal de Las Casas, mi caminata aunque es con molestias,  ya lo hago en suelo firme, nos vamos acercando a una curva y otro prioste se encuentra regalando tortas y refresco en una camioneta, “es mi familia, hay pedís tu torta viste” me indica mi amigo “Huichol”. Justo en esa curva nos volvemos a meter entre el monte para desayunar y descansar un rato junto a mi amigo Huichol, El Mono, Valdemar, Frank, Chanti y otros más, “ya vamos a llegar mi Kamaleón, el puentecito ya está cerca” me alienta el Huichol quien sabe de mi clandestino pseudónimo. El Puentecito es el siguiente paraje y hacia allá nos dirigimos, me vuelvo a reunir con los últimos de la fila porque el dolor de mi rodilla me está reventando y camino lentamente con ellos, el dolor sigue y dejo que ellos se pasen, agarro valor y sigo caminando pero me encuentro perdido por no conocer las rutas de este recorrido y por el tiempo de ventaja que me llevan El Mono y compañía, al encontrarme en una encrucijada de caminos y no ver nadie delante de mí,  grito fuertemente “hey, Huichol, pa´onde es”, “agarrá pa´la derecha carnal”, me instruye mi amigo, allá voy y finalmente con el dolor de mi alma los alcanzo para ya no separarme de ellos, no vaya ser que me pierda de nuevo. Voy con ellos, cojeando pero avanzando y cerca de las 11 de la mañana hemos llegado al puentecito, los cohetes y las dianas se dejan escuchar en el momento de entrada de los últimos floreros, muchas personas del pueblo se encuentran en el lugar para recibirlos, los floreros dejan su tercio en el piso, ordenado en filas, junto a la de los demás para disponerse a oficiar una misa con todos los floreros y con las personas que ahí se encuentran. Es el primer encuentro masivo con el pueblo y la algarabía se deja sentir entre los asistentes. Desafortunadamente el dolor de mi rodilla me ha orillado a irme a mi pueblo a buscar un sobandero para poder regresar, acudo al reconocido Don Jorge y su diagnóstico no es muy alentador “tenés desviada la rodilla”, no queda más que aguantar el dolor de la sobada[3] porque “los barracos aguantan” dijeran los viejitos de mi pueblo. “Tenés que reposar y después otra sobada” me ordena el sobandero, pero no atiendo la recomendación porque alrededor de las dos de la tarde regreso al Puentecito para seguir en esta procesión, con la satisfacción de que después de la sobada el dolor, había disminuido y podía moverme sin muchas complicaciones. Nuevamente me encuentro en el lugar y otro prioste regala comida a los floreros para que cerca de las 4 de la tarde tengan las fuerzas suficientes para encaminarse al paraje llamado “El Zapote”, la rutina es la misma, en fila y en orden para llegar al destino, y justo cuando el reloj indica las 6 de la tarde llegamos al paraje señalado, los floreros colocan sus tercios cerca de un árbol alrededor de una bodega, donde también colocan al Niño Florerito en una especie de altar; un prioste más hace su aparición para entregar tamales y café, mientras más gente del pueblo que no pudo llegar al puentecito acude a este paraje para visitar a sus familiares y amigos que se encuentran en esta procesión; por la noche, los rezos y oraciones se dejan sentir nuevamente para después dormirse. El calendario marca que ya es el día 22 y justo a las 5 de la mañana todos los floreros se encuentran listos para comenzar el recorrido, todos los floreros atraviesan la calle principal de Chiapilla para dirigirse a otro paraje llamado Arroyo Seco o El Higón, según los datos que me dio un florero que desconozco, ya en el lugar todos los floreros se reúnen para que los comisionados notifiquen los pormenores de la cooperación, el tesorero, al que algunos llaman “Canitas” (por su mechón al estilo del legendario artista Miguel Aceves Mejía) que el mismo grupo de floreros ha designado con anterioridad, comienza su informe indicando la cantidad que se ha gastado, mientras que algunos floreros con experiencia levantan la mano en señal que desean hablar pero no es el momento, ya que el tesorero sigue rindiendo cuentas y deben esperar; finalmente el tesorero hace el corte de caja y uno de los comisionados da la orden “ahora sí compañeros, pueden hablar”, así uno de los floreros al que conocen como “Caballito” expone su desacuerdo respecto a la persona que actualmente es el carga niño, lanza la perorata de que al que le correspondía este año no era el hijo sino el padre, quien casualmente es el tesorero y fue la mecha (como su mismo pelo blanco) de la bomba que incendió todo; un florero más, “El Chendo”, agrega que no han mostrado seriedad ya que se debe respetar el nombre de quien pidió cargar el niño y no de que cada uno se lo entregue a quien quiera, por lo que si alguien desea ser carga niño que se inscriba por él mismo; de alguna manera, manifiestan que los comisionados tienen un tipo de arreglo y ellos hacen con la lista lo que se les antoje por lo que muchos floreros piden que se realice de nuevo la lista. El problema es que algunas personas ya están próximas al año que les toca ser carga niño por lo que muestran descontento al respecto y por ello los comisionados ponen al frente del grupo a los tres próximas personas que ocuparan la vacante de carga niño, ahí están en orden de tiempo quien le toca el año siguiente, un tal Coronado, al lado de él al que le corresponde en el año 2012, mi amigo Moisés Luna y al final un tal Erick Ordoñez, cada uno de ellos expone las razones por las que están anotados en la lista, pero de nuevo vuelven a caldearse los ánimos cuando mi amigo Moisés expresa que le pertenece ese lugar porque su padre lo inscribió con anterioridad cuando él todavía era un recién nacido y de nuevo el barullo colectivo, “así no se vale”, “que se haga de nuevo la lista”, “que se respete la lista”, varias son las frases que se lanzan al aire pero finalmente todo sigue igual, la lista no se mueve y queda igual, pero en el ambiente se puede respirar un aire de inconformidad derivado, según la apreciación de los floreros, de la insolencia mostrada por el tesorero al designar a su hijo como carga niño aunque la lista de un libro en poder del comisionado mayor demuestre lo contrario. Han transcurrido dos horas en aclarar la cuestión económica de la peregrinación y de la lista de personas que están anotadas para ocupar la figura del carga niño. Aún con todo eso, ha dado las 8 de la mañana y nuevamente los floreros forman las filas para dirigirse a otro paraje llamado Nandayapa, caminan por una vereda hasta encontrar finalmente la carretera que conecta con Acala y justo cuando están sobre ella otro prioste los está esperando para regalarles una torta y un refresco para el desayuno del día, los floreros buscan un lugar para descansar e ingerir sus alimentos y después de media hora se ponen en marcha para dirigirse a Nandayapa. Han caminado un buen trecho de carretera y hacen una breve parada, lanzan un cohete de aviso para los que esperan en el paraje, un cohete sube al cielo dejando su rastro y finalmente truena, ¡pum!, y los floreros prosiguen la travesía. A estas alturas, varias personas del pueblo de Acala se atraviesan entre la fila de los floreros que conocen, que si la esposa viene a ver a su esposo, que si la madre viene a ver a su hijo, que si la novia viene a ver al novio y aquellos que por curiosidad o admiración les brindan un saludo. Aproximadamente a las 10 de la mañana el primer comisionado va entrando a Nandayapa precedido del carga niño que es arropado por la familia de otro prioste, las dianas suenan, el bullicio es inexplicable, una multitud de personas aplauden y rinden pleitesía a los floreros que van entrando, pareciera el cierre de campaña política de un candidato pero con la diferencia de que aquí no hay “acarreados” sino que todos van por la fe al Niño Dios y a la admiración mostrada a estos Hombres de la Flor. La música de viento se hace sentir a todo lo que da y los floreros muestran una alegría sublime por el recibimiento que les han brindado; cada florero va colocando su tercio de flor en el lugar indicado y que fue construido para esa función. Así van entrado uno a uno y después de tan majestuoso recibimiento cada florero busca a su familia para comer junto a ellos. Otro prioste regala comida pero el lugar está lleno de diversos negocios que ofrecen tacos, hamburguesas, quesadillas y otros alimentos que algunos floreros optan por comprar en ellos y buscar el lugar apropiado con su familia para disfrutar del momento. Ante la felicidad de algunos floreros, varios de ellos prefieren consumir alguna que otra fría cerveza o un buen licor, como sea, creo y siento que el momento lo amerita por lo que también me dispongo a tomar algo junto a mi primo Tuli. Los norteños[4] se hacen sentir a los alrededores y la alegría cada vez se hace más evidente; a pesar de las bebidas embriagantes, todo transcurre en calma y en total armonía, los visitantes poco a poco se comienzan a retirar del lugar para esperarlos en el pueblo. Don Pedro y los demás comisionados indican, cerca de las 7 de la noche, que es hora de la partida, la rutina se repite, formar las filas y caminar en orden y con disciplina rumbo al pueblo, las luces del pueblo ya se ven a lo lejos y cerca de las 8 de la noche se encuentran en la avenida que sube al Barrio de Salomón y los aplausos se sienten de nuevo, todos los floreros atraviesan la avenida principal del barrio y en cada una de las casas las personas salen para recibirlos como se lo merecen, a estas alturas el dolor de mi rodilla ya no me importa porque me he contagiado de esta algarabía que no alcanzo entender del todo, estoy feliz, esta caminata ha valido realmente la pena. Los floreros se dirigen hacia la ermita de San Pedro y a las 8 y media de la noche el primer florero entra a ella para colocar su tercio de flores rojas, no sin antes ser recibido con música y aplausos por la gente que ha formado una valla para una entrada triunfante. Un prioste más hace su aparición para regalar tamales y refresco a cada uno de los floreros para su respectiva cena; la gente del pueblo se comienza a retirar del lugar cerca de las 11 de la noche, al tiempo que también lo hacen varios floreros para dormir en casa después de una tremenda jornada, después de 8 días de ausencia a dormir rodeado de la familia nuevamente. Todos se han retirado y el cansancio también hace que vaya a dormirme a casa, todo se me hace extraño, pareciera que siempre fui un nómada pero nuevamente me vuelvo sedentario, pienso que la experiencia ha sido enriquecedora, mientras comienzo a ver las fotos hechas en mi computadora, “ha valido la pena”, me digo a mi mismo; ¿estás bien?, me pregunta mi santa madre, “de maravilla jefecita”, le respondo y le planto un beso en su mejilla para dormirme. Mi primo Tuli me llama por teléfono celular para avisarme que acuda a la ermita de San Pedro para seguir tomando fotos, “qué jaragán tan bueno sos pué” dijera mi difunto abuelo Carlos, porque ya me había agarrado la tarde y si no es por la llamada de mi primo me pierdo de lo que sucede en la mañana del día 23. Acudo a la ermita a las 7 de la mañana, y varios floreros se encuentran desamarrando sus tercios, ¿qué hacen?, interrogo a mi tío Ramiro  y me responde: “estamos seleccionando las flores que se meterán a la construcción de la casita”. Una vez despejada la duda, veo que los floreros toman una flor del tercio desarmado para llevarla en sus manos en un paseo que darán junto al Niño Dios Florerito para acompañarlo hasta la casa del comisionado donde quedará, que este año casualmente le tocó a Don Pedro Sánchez, el patrón de toda la cofradía. Allá van todos los floreros, bañados y más descansados de toda la travesía, acompañados de la música de viento, para llevar al niñito hasta la casa del comisionado, han llegado y la diana se deja sentir nuevamente; es hora de hacer un rezo y la mayoría de los floreros permanece en el lugar para llevarlo a cabo, algunos cierran los ojos mientras oran y otros más permanecen más serios pero sin lugar a dudas se puede sentir que dentro de sus corazones la felicidad los invade de que todo haya salido bien y de estar vivos un año más para haberlo hecho. El rezo termina y el niño se queda en el lugar donde nacerá el 25 de diciembre, los floreros en cambio se van a sus respectivas casas, es un receso porque hasta la noche tendrán actividad nuevamente, eso lo sé por experiencia propia, por ser parte del pueblo y porque así me lo hicieron saber muchos de los floreros. Ha pasado un largo receso y a las 7 de la noche, los floreros acuden a la ermita de San Pedro para sacar el tercio que armaron en la mañana con las mejores flores de la peregrinación, cada uno toma su tercio más liviano que el anterior y lo ponen tras su espalda, esta vez forman dos filas que se extienden hasta la banqueta de las calles, la música suena al tiempo que lo hacen los cohetes y comienzan a caminar rumbo a el domicilio del padrino de la casita para entregar las flores que servirán para la construcción de la misma al día siguiente, los reciben con música y uno a uno va dejando las flores en la residencia del padrino. El padrino ha organizado un baile en honor a los floreros pero pocos son los que se quedan en el lugar  ya que se disponen a rendir “las vivas” en señal de agradecimiento a los priostes que les dieron alimentos durante la travesía, allá van todos los floreros junto a personas del pueblo que se han unido a esta celebración, el tumulto es inexplicable, cientos de personas se unen a ellos pare rendir reverencia a los priostes y a su familia, aparecen las playeras que hacen alusión al día “viva la viva”, “yo amo la viva”, se puede leer en playeras blanca y negras que porta gente del pueblo al igual que algunos floreros, las botellas de licor, los botes de cerveza y las garrafas de morita se dejan ver en las manos de algunos floreros y gente del pueblo, es momento de celebrar puesto que el día lo amerita; comienza el protocolo, uno de los comisionados grita por medio de un altavoz  “¡viva la familia Hualus por muchos años señores”, “¡viva”, replican efusivamente el colectivo de floreros, la diana suena con la música de viento y seguido de ello comienza una música pegajosa que contagia a todos a bailar y a brincar, los cuerpos golpean uno con otro como si fuera un slam[5], bailan, sudan, se siente el fervor de esta tradición, una melodía termina e inmediatamente sigue la otra, así se sigue bailando con entusiasmo, gritando y brincando y cuando se puede se empinan sus respectivos tragos, yo no espero y me integro a bailar junto  a mi primo “Tuli” y a mis amigos, sin que deje de disfrutar de una refrescante caguama porque esta vez no alcanzó pa´ el whisky. Ha terminado la primera viva y todos los floreros junto al pueblo caminan hacia la casa del siguiente prioste, en el camino cada uno va con quien más siente simpatía y así van tomando y platicando hasta llegar a la casa del otro prioste, la rutina es la misma con la diferencia que el agradecimiento es para otra familia “viva la familia Molano por muchos años señores” se deja escuchar a través del altavoz, “viva” hacen eco todos los presentes y de nuevo la música “tan ta ra ra ra, tan ta ra ra ra” fluye a través de los instrumentos musicales y todos nuevamente a bailar. Esta práctica se hace consecutivamente con cada prioste, con la excepción que mientras pasan las horas, el alcohol ha poseído a la mayoría de los presentes y el baile es más desordenado pero con más euforia, el alcohol los ha desinhibido, gritan y bailan con más frenesí, yo estoy en las mismas y casi ya no puedo sostenerme en pie pero sigo hasta la última viva que se realiza hasta las 3 de la mañana en honor a la familia Acuña, la música ha terminado y el número de gente es menor de la que empezó esta celebración ya sea porque se cansaron en el camino o ya sea porque se emborracharon con anterioridad. Cada uno se retira con quien quiere y yo me voy con una mujer que me asomó en el momento de la arrechura[6], paso a dejar en su casa a mi amante en turno para después retornar a la mía; camino solo rumbo a casa porque mi primo “Tuli” se le dio la brillante idea de embriagarse antes que yo, es hora de dormir no porque tenga sueño sino porque realmente me encuentro excesivamente borracho y ya no tengo nadie a mi lado que me siga acompañando en la fiesta personal que me había organizado, como sea, es hora de dormir y caigo rendido en mi cama, los besos que coseché de esa mujer, esos se olvidan al momento de cerrar mis ojos, pobre de la chica no sabe con quién se metió. Mi mamá golpea mi cachete cerca de las 8 de la mañana del día 24 y articula “levántate ya o ¿no vas a ir a tomar fotos de la casita?”, me levanto con una cruda que sacude todo mi cuerpo pero que al menos me permite caminar hacia el domicilio del padrino de la casita. He llegado al lugar y algunas personas de edad mayor se encuentran elaborando la casita del Niño Dios, son los floreros que ya no pudieron hacer la peregrinación pero que están comprometidos con su fe para la construcción de la casita, ponen las flores seleccionadas alrededor de una estructura de madera y las van amarrando poco a poco para que quede segura. Una música los acompaña para que se sientan motivados, varios floreros se hallan en la escena pero la mayoría de ellos no ha acudido al lugar seguramente por la resaca que los está afectando; a pesar de ello, la construcción lleva un gran avance y se puede observar que pronto la concluirán, los floreros de repente tienen un descanso para disfrutar de un delicioso pozol[7] y uno que otro alimento que sirva para tener la energía necesaria que demanda este oficio. Cerca de las 12 del día, la casita se encuentra lista pero antes de levantarla le colocan una cruz en la punta de la misma y justo cuando se la plantan, los cohetes y la música se deja sentir nuevamente; muchas de las flores que no fueron usadas en la construcción son amarradas en tercios para regalárselos a algunos priostes que ayudaron en el presente año. Otros floreros toman algunas vigas de madera de aproximadamente 4 metros y las colocan debajo de la casita para levantarla entre ellos, cargar la casita es un privilegio para cualquier florero por lo que hacen todo lo posible para cargarla durante el recorrido que se le hará alrededor del pueblo. Los cohetes suenan y el itinerario comienza acompañado de alegre música, delante de la casita se encuentran los padrinos de la misma junto a familiares y amigos que van saludando a sus conocidos durante el paseo, detrás de la casita vienen bailando gente del pueblo junto a los parachicos, chuntaes, chiapanecas, disfrazados y  figurones[8] quienes disfrutan del momento. Otra vez la sensación es inexplicable, una inmensa alegría recorre el cuerpo de todos los asistentes un año más, quizá porque estamos vivos para disfrutarlo nuevamente. La casita ha dado su paseo por las calles principales del pueblo y cerca de las dos de la tarde ha llegado a la iglesia principal del pueblo pero como su tamaño es demasiado grande la entrada a las puertas de la iglesia se complica un poco y se busca la estrategia necesaria para lograrlo, la casita por fin ha entrado y la diana se deja sentir fervorosamente acompañado de todos los floreros y gente del pueblo; dentro de la iglesia hay un lugar especial en donde se colocara la casita y que será el lugar en donde nacerá el Niño Dios esa noche, así que todos los floreros con mucha calma y mucha fuerza colocan finalmente la casita en el lugar señalado, la diana suena y prosigue una melodía para bailar y festejar dentro de la iglesia, brincan, bailan y gritan “eh, eh, eh, eh”, ante la efusividad muchos floreros alzan en sus hombros al sacerdote de la iglesia y lo hacen bailar junto a ellos  para que también disfrute de este apoteósico instante. La música remata “tan tan” y cada uno se va a su casa o a donde quieran irse, yo prefiero irme pa´una cantina ante la felicidad del momento; todo concluye en el lugar en donde empezó una noche de un 15 de diciembre, en la catedral principal del pueblo, mañana será el mismo protocolo con la diferencia que la casita del Niño Florerito se llevará a la casa de Don Pedro y ahí quedará hasta el momento que se realice la sentada del niño; pasaran 12 meses, 52 semanas, 365 días, 8,760 horas, 525,600 minutos y 31,536,000 segundos para que todo, todo esto se repita.








[1] Vara delgada y larga  en forma de ele que se utiliza para cortar frutos y plantas que se encuentran en lo alto de los árboles.
[2] Expresión proveniente del grupo Radiohead, banda británica de rock alternativo.
[3] Acción de frotar con pomada o crema algún hueso que está golpeado y que es realizado por una persona que tiene un don o virtud para hacerlo.
[4] Conjunto musical que interpretan un género de música folclórica y popular de México (norteña), que consiste en una instrumentación de acordeón y bajo sexto, con adición de contrabajo,  también incluye tarola y ocasionalmente, saxofón.
[5] Anglicismo que es utilizado en los conciertos de rock para describir los brincos y golpes cuerpo a cuerpo que se suscita entre los asistentes.
[6] Expresión chiapaneca que significa que una persona anda demasiado alegre y contenta.
[7] Bebida regional que es elaborada con agua y masa de maíz.
[8] Superlativo de figura, un disfraz de aproximadamente 3 metros de largo y que es representativo en los festejos de Acala, Chiapas.

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