lunes, 16 de julio de 2012

ACALA, PUEBLO DE LOCOS

(La presente foto fue tomada en un poblado fuera del municipio de Acala, una frase que sin lugar a dudas fue escrita de forma peyorativa, es la visión que tienen sobre nosotros en otros lugares y aquí se deja respuesta razonada.)
 
Acala, pueblo de locos,
de desquiciados, de derroteros, de poetas, que sorbo a sorbito de vino  tragan sus desgracias en una cantina. El pueblo de las canoas rotas por un puente que nos moderniza, el de las carretas con su agua del pozito, el de los mototaxis, el de los caballos, el de las toreadas, el de las charreadas.

Acala, pueblo de locos,
el del “Chicoche” con su blanca y eterna sonrisa; el del “Tanchique” y su hinchado rostro por excesos de alcohol; el del “Pecho pecho” que nos regaló melodías con una hojita de laurel; el de “La Chenda” que nos daba miedo con sus orejitas cortadas; el del “Chus Loco” con su foránea locura y ni lo molestés porque te “jimba” piedra; el del “Mutira”, que quién sabe qué chingados significa su apodo pero orinó las calles.

Acala, pueblo de locos,
el pueblo de “El Rey”, el de “Don Rey”, el vende nieve, el de “La Jolota” y su chumpipipipipi.
Esos locos que cuando éramos niños  nos vendían un poco de felicidad en barquillos de nieve.

Acala, pueblo de locos,
al que le cantó José Alfredo Jiménez, el poeta más loco de todos los tiempos. El de la Virgen de Candelaria de la antigua Ostuta sumergida. El de “Los Floreros”, el de “La Casita”, el de “La Viva”, el de “Los Figurones”, el de “Los Panzudos”, el de “Los Parachicos”, el de “Los Disfrazados”, máscaras que ocultan la demencia de los locos y contagian al otro.


Acala, pueblo de locos,
el de mi padre Carlos con su loca y vasta inteligencia; el de mi hermosa madre Esther; el de mis hermanos Carlitos y Pablo Francisco; el de los “Victoria loco” y los “Fiesteros Coello”; el de mis amigos, el del Ponchito con su corazón dantesco, el del Rigo y su “hoy platiqué con mi gallo”, el del Chanti con sus microchips de entendimiento, el del Beto caricaturista, el del Camachito existencialista, el del Checo y su incredulidad de una revolución, el del “Toño Loco” y su loca manera de hablarme; el de mi primo Tuli con sus lecciones de superación personal, el de mi prima Lauri junto a su “Paloma Negra”; el de mi tío Jorge y su putativa paternidad (un segundo padre pues); el de mis tíos “Laco”, “Colocho” y “Chaparro” con sus chiflados pseudónimos; el de mis abuelos, el de mi abuelita Gudelia y sus clases de economía práctica; el de mi Comadre Marlene y sus tacos de cochito, el de mi boxeador preferido “Toño Chicario” y sus peleas sabatinas que lo bañaron de gloria; el de todos estos locos que formaron una gran banda de rock llamada “Los locos más locos de Acala”.


Acala, pueblo de locos,
el del “Tío Cundo” y su crónica de este loco pueblo: “la vaca no le salió mansa, le salió mensa”. El lugar de las mujeres hermosas y de los hombres más feos por el delirio de la “Castañeda”; el pueblo de las representaciones simbióticas: bello y feo se necesitan.

Acala, pueblo de locos,
el de los grandes mampos que bailan "la vida loca" como Ricky Martin; el del Chepe con su eterna arrechura; el de la diva y sus provocativas cejas delineadas; el de la corta pelo Ercilia y sus tijeras quimericas; el de la Johana Paola con sus infinitas mentiras; el del “Chente P.” y su loco arte de carros alegóricos; el de los mampitos del ayer, de los del hoy y de los del mañana. Toda esa mampada que se subieron a una canoa con el fin de hacer el “Crucero de las Locas” (Máximo Respeto a ustedes compañeros y compañeras; este es un breve tributo a ustedes con mucho cariño y admiración).

Acala, pueblo de locos,
el que me vio nacer, crecer, combatir, luchar diariamente en el ring de sus calles; el que me cobija, el que me cuida, el que me guía, el que me sirve de “Tiro al Blanco” en cada disparo que hago en cada uno de sus órganos vitales: en la periferia, en la calle, en el puente, en el río, en los potreros, en la tierra, en la cantina, en las iglesias y en cada uno de sus monumentos.

Acala, pueblo de locos,
el de las cantinas en cada esquina del pueblo; las que reciben a sus parroquianos esperando la misa del “Trusa”, “Tío Chivo”, “El Nato”, “La Yaya”, “Doña Esperanza Negra” (siempre pensé que la esperanza era verde); “El 2000” con sus vendedoras de caricias; y que no se olvidé el consagrado vino de cada caguama  o estas iglesias quedarán vacías; aquí todos se confiesan, se dan la mano y juntan los diezmos para otro vino; creen que Dios se fuma un cigarrillo y se bebe sus penas al mismo tiempo que  ellos.

Acala, nunca dejes de producir estos locos,
vuélvete el manicomio de siempre con tus mosquitos piqueteros; pica, aguijonea, molesta, fastidia, jódele a la historia y al sistema mismo. Acala, gracias por ser mi hogar trastornado por la locura, gracias por las escenas diarias, por las batallas mismas, por las fotos regaladas en cada disparo, por eso y por mucho más: ¡Muchas gracias Acala, pueblo de locos!


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